Mariano de Evaux, Santo
Eremita, Septiembre 19
|
María de Cervellón, Beata
Religiosa, Septiembre 19
|
José María de Yermo y Parres, Santo
Biografía, 19 de septiembre
|
Jenaro Obispo, Mártir
Obispo mártir, 19 de septiembre del siglo IV.
|
Páginas
▼
sábado, 19 de septiembre de 2015
LOS SANTOS DE HOY: SÁBADO 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2015
SAN JOSÉ MARÍA DE YERMO Y PARRES, SACERDOTE, 19 DE SEPTIEMBRE
SAN JOSÉ MARÍA DE YERMO Y PARRES
20 septiembre
San José María de Yermo y ParresNació en la Hacienda de Jalmolonga, municipio de Malinalco, Estado de México, el 10 de noviembre de 1851. Hijo del abogado Manuel de Yermo y Soviñas y de María Josefa Parres. De nobles orígenes. Fue educado cristianamente por su padre y su tía Carmen, ya que su madre murió a los 50 días de su nacimiento.
Muy pronto descubrió su vocación al sacerdocio, y a la edad de 16 años dejó la casa paterna para ingresar en el noviciado de los religiosos de la Congregación de la Misión, en la Ciudad de México. Después de una fuerte crisis vocacional dejó la familia religiosa de los Paúles y continuó su camino al sacerdocio en la Diócesis de León en donde recibió la ordenación presbiteral el 24 de agosto de 1879. Sus primeros años de sacerdocio fueron fecundos de actividad y celo apostólico.
Fue un elocuente orador y ejerció este ministerio con gran provecho para los fieles. Fue además, excelente director de almas y gran divulgador del culto al Sagrado Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen en su advocación de Madre Santísima de la Luz. Promovió la catequesis juvenil y desempeñó con esmero algunos cargos de importancia en la curia. Una larga y penosa enfermedad lo apartó de una brillante carrera eclesiástica.
Su obispo le encomendó el cuidado pastoral de dos capellanías situadas en la periferia de la ciudad: el Calvario y el Santo Niño. En tan humilde oficio delineó su vocación de padre de los pobres y fundador de una comunidad religiosa. La comunidad del Calvario, humilde y pobrísima, lo acercó a los indigentes, los enfermos, los niños y los ancianos.
Un día, mientras se dirigía a capellanía del Calvario, se encontró de improviso ante una escena terrible: unos cerdos estaban devorando a dos niños recién nacidos. Estremecido por aquella tremenda escena, se sintió interpelado por Dios, y en su corazón ardiente de amor, concibió la fundación de una casa de acogida para los abandonados y necesitados. Obtenida la autorización de su obispo puso mano a la obra y el 13 de diciembre 1885, después de vencer innumerables dificultades, seguido por cuatro valientes jóvenes, fundó en la cima de la colina del Calvario, el Asilo del Sagrado Corazón. Este día es también el inicio de la nueva familia religiosa las “Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres”.
Él mismo explica su conversión: “Quiero imitar a Cristo, que vino a enseñarnos con su palabra y con su ejemplo, el amor preferencial para con los pobres”. Rubricó sus deseos con acciones elocuentes: renunció al cuantioso caudal paterno a favor de los desheredados.
Desde ese día puso el pie sobre el primer peldaño de una larga y constante escalada de entrega al Señor y a los hermanos, que sabe de sacrificio y abnegación, gozo y sufrimiento, paz y desconciertos, pobrezas y miserias, aprecios y calumnias, amistades y traiciones, obediencias y humillaciones. Su vida fue muy atribulada, pero aunque las tribulaciones y dificultades se alternaban a ritmo casi vertiginoso, no lograron nunca abatir el ánimo ardiente del apóstol de la caridad evangélica.
La terrible inundación que destruyó la ciudad de León en 1888 le permitió manifestarse como “campeón de la caridad”, título que le dio el gobernador de Guanajuato, general Manuel González. La nueva familia religiosa y su fundador buscaron acogida en Puebla, a donde llegó la obra el 6 de julio de 1889 y en donde se estableció la casa generalicia y el noviciado, quedando en León la casa del Calvario, atendida por algunas hermanas. En febrero de 1891 el padre Yermo fue agregado al clero de Puebla.
En su vida fundó escuelas, hospitales, casas de descanso para ancianos, orfanatos, una casa muy organizada para la regeneración de la mujer, y poco antes de su muerte, acontecida el 20 de septiembre de 1904 en la ciudad de Puebla de los Ángeles, llevó a su familia religiosa a la difícil misión entre los indígenas tarahumaras del norte de México.
Un mes antes de su muerte pudo celebrar sus bodas de plata sacerdotales. Toda su vida fue un himno a la caridad heroica: “Soy sacerdote –escribió alguna vez–, estoy obligado al amor perfecto en el servicio de Dios y de las almas, especialmente entre los pobres y más desamparados”.
EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2015
Explicación de la parábola del sembrador
Parábolas
Lucas 8, 4-15. Tiempo Ordinario. Que la Palabra de Dios entre como una semilla y de fruto en nuestro corazón.
Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente, y viniendo a él de todas las ciudades, dijo en parábola: Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó al borde del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre terreno pedregoso, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga. Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los del borde del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.
Oración Introductoria
Padre mío, quiero tener un corazón bueno y bien dispuesto para ser esa tierra buena que acoja tu semilla y la haga fructificar. Los afanes, dificultades y distracciones de la vida ordinaria pueden ahogar fácilmente esta semilla, por ello te pido humildemente que tu gracia la riegue y fertilice en esta meditación.
Petición
Jesús, concede que la semilla de tu gracia crezca y dé muchos frutos para estar cerca de ti y llevarte a los demás.
Meditación del Papa Francisco
Para hablar de salvación, se recuerda aquí la experiencia de cada año que se renueva en el mundo agrícola: el momento difícil y fatigoso de la siembra, y la alegría tremenda de la recogida. Una siembra que se acompaña con las lágrimas, porque se tira lo que todavía se podría convertir en pan, exponiéndose a una espera llena de inseguridades: campesino trabaja, prepara el terreno, esparce la semilla, pero, como tan bien ilustra la parábola del sembrador, no sabe donde caerá esta semilla, si los pájaros se la comerán, si se echará raíces, si se convertirá en espiga. Esparcir la semilla es un gesto de confianza y de esperanza; es necesario el trabajo del hombre, pero luego se entra en una espera impotente, sabiendo que muchos factores serán determinantes para el buen resultado de la recogida y que el riesgo de un fracaso está siempre presente. [...] En la cosecha todo se transforma, el llanto termina, deja su lugar a gritos de alegría exultante. Benedicto XVI, 13 de octubre de 2011.
Reflexión
Todos los hombres, de todos los países y épocas, hemos recibido la redención de Cristo. El pagó por todos los pecados; los de ayer, los de hoy y los de mañana. A todos se nos han abierto las puertas del cielo.
Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo de infinito valor es muy diversa.
Para algunos, Cristo no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Dan verdadera lástima, porque viven sin saber a lo que están llamados. Pasan los años como si todo terminase aquí, sin más esperanza.
Otros han oído hablar del Señor, pero su fe es superficial. Viven metidos en el pecado sin preocuparse lo más mínimo. Son los cristianos que han adaptado sus costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará. Pero sus malas acciones le duelen profundamente al Corazón de Jesús.
Sin embargo, un número considerable de personas es consciente de que realmente Dios les ama y tiene un plan de salvación para cada uno. Son los que, a pesar de sus limitaciones y caídas, se levantan y siguen por el camino que Cristo les ha marcado. Son los que han acogido el Evangelio, y los que dan frutos, construyen y santifican la Iglesia. Son el modelo y testimonio de la vida cristiana. Por ellos ha valido la pena la entrega de Cristo en la cruz.
Propósito
Preguntarme qué puedo hacer para hacer fructificar mi fe y la de mi familia.
Diálogo con Cristo
Qué fácilmente me olvido de la semilla de gracia que sembraste en mí el día de mi bautismo. Ayúdame a aprender la lección del Evangelio y dame la fuerza para saber renunciar a todo lo que me aparte del fruto que mi semilla puede y debe dar. Que sepa renunciar a mi egoísmo y a todo aquello que constituya un obstáculo para amarte mejor a Ti y a los demás.
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente, y viniendo a él de todas las ciudades, dijo en parábola: Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó al borde del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre terreno pedregoso, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga. Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los del borde del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.
Oración Introductoria
Padre mío, quiero tener un corazón bueno y bien dispuesto para ser esa tierra buena que acoja tu semilla y la haga fructificar. Los afanes, dificultades y distracciones de la vida ordinaria pueden ahogar fácilmente esta semilla, por ello te pido humildemente que tu gracia la riegue y fertilice en esta meditación.
Petición
Jesús, concede que la semilla de tu gracia crezca y dé muchos frutos para estar cerca de ti y llevarte a los demás.
Meditación del Papa Francisco
Para hablar de salvación, se recuerda aquí la experiencia de cada año que se renueva en el mundo agrícola: el momento difícil y fatigoso de la siembra, y la alegría tremenda de la recogida. Una siembra que se acompaña con las lágrimas, porque se tira lo que todavía se podría convertir en pan, exponiéndose a una espera llena de inseguridades: campesino trabaja, prepara el terreno, esparce la semilla, pero, como tan bien ilustra la parábola del sembrador, no sabe donde caerá esta semilla, si los pájaros se la comerán, si se echará raíces, si se convertirá en espiga. Esparcir la semilla es un gesto de confianza y de esperanza; es necesario el trabajo del hombre, pero luego se entra en una espera impotente, sabiendo que muchos factores serán determinantes para el buen resultado de la recogida y que el riesgo de un fracaso está siempre presente. [...] En la cosecha todo se transforma, el llanto termina, deja su lugar a gritos de alegría exultante. Benedicto XVI, 13 de octubre de 2011.
Reflexión
Todos los hombres, de todos los países y épocas, hemos recibido la redención de Cristo. El pagó por todos los pecados; los de ayer, los de hoy y los de mañana. A todos se nos han abierto las puertas del cielo.
Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo de infinito valor es muy diversa.
Para algunos, Cristo no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Dan verdadera lástima, porque viven sin saber a lo que están llamados. Pasan los años como si todo terminase aquí, sin más esperanza.
Otros han oído hablar del Señor, pero su fe es superficial. Viven metidos en el pecado sin preocuparse lo más mínimo. Son los cristianos que han adaptado sus costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará. Pero sus malas acciones le duelen profundamente al Corazón de Jesús.
Sin embargo, un número considerable de personas es consciente de que realmente Dios les ama y tiene un plan de salvación para cada uno. Son los que, a pesar de sus limitaciones y caídas, se levantan y siguen por el camino que Cristo les ha marcado. Son los que han acogido el Evangelio, y los que dan frutos, construyen y santifican la Iglesia. Son el modelo y testimonio de la vida cristiana. Por ellos ha valido la pena la entrega de Cristo en la cruz.
Propósito
Preguntarme qué puedo hacer para hacer fructificar mi fe y la de mi familia.
Diálogo con Cristo
Qué fácilmente me olvido de la semilla de gracia que sembraste en mí el día de mi bautismo. Ayúdame a aprender la lección del Evangelio y dame la fuerza para saber renunciar a todo lo que me aparte del fruto que mi semilla puede y debe dar. Que sepa renunciar a mi egoísmo y a todo aquello que constituya un obstáculo para amarte mejor a Ti y a los demás.