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martes, 1 de septiembre de 2015

SAN EGIDIO O GIL, ERMITAÑO Y ABAD, 1 DE SEPTIEMBRE


Gil o Egidio, Santo
Gil o Egidio, Santo


Ermitaño y Abad, 1 de septiembre 


Fuente: Archidiócesis de Madrid 



Ermitaño

Martirologio Romano: En la región de Nimes, de la Galia Narbonense (hoy Francia), san Egidio o Gil, cuyo nombre adopta la población que después se formó en la región de la Camargue y donde se dice que el santo había erigido un monasterio y acabado el curso de su vida mortal (s. VI/VII). 


También se llamaba Egidio. Parece ser que tenía origen griego, peregrinó a Roma, luego se hizo religioso y finalmente se estableció como ermitaño cerca de Nimes. Fundó un monasterio.

Conocido y extendido su culto por toda Europa durante la Edad Media.

Lo que las devociones populares cuentan de su vida resaltan su bondad cristiana, su misericordia, la delicadeza que demostraba con los pecadores y la llamada a la conversión.

Los abundantes peregrinos de Santiago le pedían ayuda contra el miedo y las madres recurrían a él cuando sus hijos eran presa de terrores nocturnos o sufrían pesadillas.
¿Quieres saber más? EWTN puede complemetar la información

LOS SANTOS DE HOY: MARTES 1 DE SEPTIEMBRE DEL 2015

Terenciano de Todi, SantoTerenciano de Todi, Santo
Obispo y Mártir, Septiembre 1
Antonio Lahoz Gan, BeatoAntonio Lahoz Gan, Beato
Religioso y Mártir, 1 de septiembre
Pedro Esteban Hernández, BeatoPedro Esteban Hernández, Beato
Religioso y Mártir, 1 de septiembre
Lupo de Sens, SantoLupo de Sens, Santo
Obispo, Septiembre 1
Juana Soderini de Florencia, BeataJuana Soderini de Florencia, Beata
Terciaria Servita, Septiembre 1
José Samsó i Elias, BeatoJosé Samsó i Elias, Beato
Sacerdote y Mártir, 1 de septiembre
Gil o Egidio, SantoGil o Egidio, Santo
Ermitaño y Abad, 1 de septiembre
Josué, SantoJosué, Santo
Patriarca del A.T., Septiembre 1

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 1 DE SEPTIEMBRE DEL 2015


Jesús expulsa a un demonio
Tiempo Ordinario


Lucas 4, 31-37. Tiempo Ordinario. También nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad. 


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: ¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios. Jesús entonces le conminó diciendo:Callate y sal de él, y arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros:¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen. Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

Oración introductoria
Señor Jesús, te quiero y te doy gracias por todo lo que haces por mí. A pesar de tus innumerables muestras de amor, no es extraño que convierta mi oración en un pliego de peticiones que nada tienen que ver con mi vida de gracia y de fe. Hoy tengo una actitud diferente: sin ataduras ni condiciones, me pongo a tu disposición confiando plenamente en tu voluntad.

Petición
Señor, dame la gracia de saber orar y que tu gracia purifique mi corazón para que desaparezca todo lo que me aparta de Ti.

Meditación del Papa Francisco
El diablo existe incluso en el siglo XXI. Hay que aprender cómo luchar contra él en el Evangelio, contra sus tentaciones. La vida de Jesús ha sido una lucha. Vino para vencer el mal, para vencer al príncipe de este mundo, para vencer al demonio.
Una lucha que debe afrontar todo cristiano. El demonio tentó a Jesús tantas veces, y Jesús sintió en su vida las tentaciones, así como también las persecuciones. Nosotros, los cristianos, que queremos seguir Jesús, debemos conocer bien esta verdad: También nosotros somos tentados, también nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere que seamos discípulos de Jesús. ¿Y cómo hace el espíritu del mal para alejarnos del camino de Jesús con su tentación? La tentación del demonio tiene tres características y nosotros debemos conocerlas para no caer en las trampas. ¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Segundo, crece y contagia a otro, se transmite a otro, trata de ser comunitaria. Y, al final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se justifica. (Homilia Santa Martha 11 abril 2014)
Reflexión
Un amigo mío llegó de Perú, donde había estado de misionero durante el verano. Me contó que esa experiencia le había enriquecido mucho, no tanto por lo que había dado -sus catequesis y actividades con los jóvenes de Huamachuco- sino por lo que había recibido.

Jesús se nos presenta también como catequista. Dice el evangelio que bajó a Cafarnaún donde enseñaba los sábados en la sinagoga. ¿Y cómo daba Jesús sus catequesis? Ante todo, con autoridad, es decir, con credibilidad, porque no llenaba sus predicaciones con palabrería, sino con verdad, con el Espíritu de Dios que es capaz de transformar los corazones.

Por tanto, dar catequesis es una actividad propia del cristiano. Consiste en enseñar la fe a los demás, explicar los principios de la religión enriqueciéndolos con la propia vida, iluminar las virtudes cristianas con ejemplos, acercar a otros a los sacramentos...

Mi amigo tenía veinte años. Y descubrió que al enseñar a otros estaba fortaleciendo su propia fe y aumentaba en él la pasión por Cristo y el Evangelio. Porque el que predica, se predica a sí mismo. El que habla del perdón queda más comprometido a perdonar, y el que exige debe hacerlo con el propio testimonio.

La experiencia de Perú hizo a mi amigo más cristiano, porque supo meterse en el papel de Cristo y llegó a quedar transformado por Él.

Propósito
Seguir el ejemplo de Cristo procurando que mi ayuda a los demás, trate de abarcar a la totalidad de la persona.

Diálogo con Cristo 
Señor, me conoces y sabes todo acerca de mí. No permitas que me ciegue la arrogancia de mis propias opiniones. Ayúdame a tenerte siempre como la meta de mi vida, quiero que tu gracia triunfe por encima de mi soberbia y de mi egoísmo. Quiero que tu voluntad impere sobre la mía, que tu vida divina resplandezca en mi conciencia.