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viernes, 10 de enero de 2014

EL EVANGELIO DE HOY: 10.01.2014

Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Curación de un leproso
Lucas 5, 12-16. Navidad. Lo único que necesitas es acercarte humildemente a Cristo y pedírle lo que necesitas.
 
Curación de un leproso
Del santo Evangelio según san Lucas 5, 12-16


Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

Oración introductoria

Señor, vengo ante Ti como el leproso del Evangelio. Estoy necesitado de tu gracia. Tócame y sáname de todas mis lepras, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mi vanidad. Conviérteme en un verdadero cristiano.

Petición

Señor, que pueda corresponder a tu gracia amando a los demás.

Meditación del Papa Francisco

Abraham, tiene 99 años cuando el Señor le promete un hijo. En cambio, entra inmediatamente en la vida del leproso: Jesús escucha su oración, lo toca y aquí está el milagro.
El Señor decide involucrarse en nuestras vidas, en la vida de su pueblo. Abraham y el leproso. Cuando venga el Señor –dijo, no siempre lo hace de la misma manera. No existe un protocolo de la actuación de Dios en nuestra vida, no existe.
Una vez lo hace de una manera, otra vez lo hace de otra, pero siempre lo hace, siempre se da este encuentro entre nosotros y el Señor: El Señor siempre escoge el modo de entrar en nuestra vida. Muchas veces lo hace tan lentamente, que estamos en peligro de perder un poco de paciencia: "Pero, Señor, ¿cuándo?" Y oramos, oramos... Y no llega su intervención en nuestras vidas.
Otras veces, cuando pensamos en lo que el Señor nos ha prometido, es tan grande que somos un poco incrédulos, un poco escépticos. (S.S. Francisco, 28 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta).

Reflexión

Nadie hubiera pensado que curarse de la lepra fuera tan fácil. Lo único que precisó este enfermo, fue acercarse humildemente a Cristo y pedírselo. Él sabía que Cristo bien podía hacerlo. Además, cree con todo su corazón en la bondad del Maestro. Quizá por esto, es que se presenta tan tímido y sencillo a la vez: "Maestro, si quieres, puedes curarme". La actitud denota no sólo humildad y respeto, revela además, confianza...

La vida de muchas personas, y a veces la nuestra, se ve llena de enfermedades y males, sucesos indeseados y problemas de todos los tipos, que nos podrían orillar a perder la confianza en el Maestro, Buen Pastor. Quizá alguna vez, hemos pensado que Él nos ha dejado, que ya no está con nosotros; pues sentimos que nuestra pequeña barca ha comenzado a naufragar en el mar de la vida... Pero de esta forma, olvidamos que el primero en probar el sufrimiento y la soledad fue Él mismo, mientras padecía su muerte en la cruz. Y así, nos quiso enseñar que Dios siempre sabe sacar bienes de males, pues por esa muerte ignominiosa, nos vino la Redención.

La lección de confiar en Cristo y en su infinita bondad, no es esperar que nos quitará todos los sufrimientos de nuestras vidas. Sino que nos ayudará a saber llevarlos, para la purificación de nuestra alma, en beneficio de toda la Iglesia.

Propósito

Confiar siempre en la oración, no desesperarme, esperar los tiempos de Dios.

Diálogo con Cristo

Señor, cuántas veces me creo sano y no me doy cuenta de que estoy enfermo espiritualmente. ¡Cúrame Jesús! Que a semejanza del leproso del Evangelio, la experiencia de tu amor, me dé toda la luz para hacer un buen examen de conciencia y un firme propósito de enmienda al acercarme al sacramento de la reconciliación.

Los Santos de hoy viernes 10 de enero de 2014

Los Santos de hoy viernes 10 de enero de 2014
 Gonzalo de Amarante, Beato
Presbìtero Dominico, 10 de enero 
 Gregorio de Nisa, Santo
Obispo, 10 de enero
 Milciades (Melquiades), Santo
XXXII Papa, 10 de enero
 Otros Santos y Beatos
Completando el santora de este día, 10 de enero
 Gregorio X, Beato
CLXXXIV Papa, 10 de enero
 Guillermo de Bourges, Santo
Abad y Obispo, 10 de enero
 Agatón, Santo
LXXIX Papa, 10 de enero
 Aldo, Santo
Eremita, 10 de enero
 Ana de los Ángeles Monteagudo, Beata
Dominica, 10 de enero
 Gil de Lorenzana (Bernardino di Bello), Beato
Eremita Frenciscano, 10 de enero
 Francisca de Sales (Leonia Aviat), Santa
Fundadora, 10 de enero
 María Dolores Rodriguez Sopeña, Beata
Fundadora, 10 de enero
 Pablo de Tebas, Santo
Ermitaño, 10 de enero
 Pedro Orseolo (Urséolo), Santo
Monje eremita, 10 de enero 

SAN GUILLERMO DE BOURGES, ABAD Y OBISPO, 10 DE ENERO

Autor: Alban Butler | Fuente: "Vidas de los Santos" de Alban Butler
Guillermo de Bourges, Santo
Abad y Obispo, 10 de enero
 
Guillermo de Bourges, Santo

Abad y Oispo

Martirologio Romano: En la ciudad de Bourges, en Aquitania, san Guillermo (Guilelmus Bituricensis), obispo, que, deseoso de soledad y meditación, se hizo monje en el monasterio cisterciense de Pontigny. Más tarde fue abad de Chaalis y, después, elegido obispo de Bourges, no abandonando nunca la austeridad de la vida monástica y distinguiéndose por su amor a los clérigos, a los cautivos y a los desgraciados (1209).
Guillermo de Donjeon, que pertenecía a una ilustre familia de Nevers, nació en Nevers, Francia. Fue educado por su tío Pedro, archidiácono de Soissons. Muy joven fue hecho canónigo, primero dé Soissons y luego de París. Pero pronto decidió abandonar totalmente el mundo, y se retiró a la soledad en la abadía de Grandmont. Allí vivió con gran regularidad la vida de esa austera orden, hasta que una disputa entre los monjes de coro y los otros turbó la paz.

Guillermo pasó entonces a la orden cisterciense, que se distinguía por su fama de santidad. Tomó el hábito en la abadía de Pontigny. Poco después fue elegido abad, primero de Fontaine-Jean, en la diócesis de Sens, y después, del monasterio de Chalis, mucho más importante, que había sido construido por Luis el Gordo, en 1136. San Guillermo se consideró siempre como el último de los monjes. La mansedumbre de su palabra daba testimonio del gozo y la paz de su alma. La virtud era atractiva en él, a pesar de sus crueles austeridades.

A la muerte de Enrique de Sully, arzobispo de Bourges, el clero de la ciudad pidió a Eudo, obispo de París, que le ayudase a elegir un pastor. Como todos querían a un abad del Cister, depositaron sobre el altar el nombre de tres abades. Esta elección por sorteo hubiera sido una superstición, si los electores hubieran esperado un milagro. En realidad era muy razonable, ya que todas las personas propuestas para el cargo parecían igualmente dotadas, y se encomendaba la elección a Dios, poniendo toda la confianza en su Providencia ordinaria. Después de haber orado, Eudo leyó el nombre de Guillermo, a quien, por otra parte, habían favorecido casi todos los votos de los presentes. Era el 23 de noviembre del año 1200. La noticia abrumó a Guillermo, quien jamás hubiera aceptado el cargo, si el papa Inocencio III y el abad de Citeaux, no se lo hubieran mandado. Guillermo abandonó la soledad con lágrimas en los ojos, y fue consagrado obispo poco después.

El primer cuidado de san Guillermo fue elevar su vida interior y exterior a la altura de su dignidad, pues estaba persuadido de que el primer deber de un hombre es honrar a Dios en su corazón. Redobló, pues sus penitencias, diciendo que su cargo le obligaba a sacrificarse por los otros tanto o más, que por sí mismo. Bajo el hábito religioso llevaba una áspera camisa, y ni en el invierno, ni en el verano, cambiaba de manera de vestir. Jamás comía carne, aunque sus huéspedes encontraban buena mesa en su casa. No menos digna de encomio era su solicitud por su rebaño. Se preocupaba especialmente por los pobres, a quienes prestaba socorro espiritual y material, pues decía que Dios le había enviado sobre todo para ellos. Era muy indulgente con los pecadores arrepentidos; en cambio se mostraba inflexible con los impenitentes, aunque nunca invocó contra ellos el poder civil, como se acostumbraba entonces. Tal actitud le ganó más de una conversión.

Algunos nobles, abusando de su bondad, usurparon los derechos de su iglesia; pero Guillermo no se amilanó ante la amenaza de confiscación de bienes y llevó el caso ante el rey. Su humildad y paciencia triunfaron en varias ocasiones de la oposición de su capítulo y su clero. Guillermo convirtió a muchos albigenses, y su última enfermedad le sorprendió cuando estaba preparando una misión para esos herejes. A pesar de su padecimiento, decidió predicar un sermón de despedida. Esto hizo que la fiebre aumentara y que Guillermo tuviese que posponer su viaje. La noche siguiente, previendo que se acercaba el fin, Guillermo insistió en adelantar el canto de los nocturnos, que tiene lugar a medianoche; pero, habiendo trazado sobre sus labios la señal de la cruz, sólo pudo pronunciar las dos primeras palabras. Entonces dio la señal a los presentes de que le colocaran sobre un lecho de ceniza, y murió al amancer del 10 de enero de 1209. Su cuerpo fue sepultado en la catedral de Bourges. En 1217, después de numerosos milagros, sus restos fueron depositados en un relicario. El papa Honorio III le canonizó al año siguiente.