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lunes, 24 de junio de 2013

SAN JUAN BAUTISTA , 24 DE JUNIO


Autor: Teresa Fernández | Fuente: Catholic.net
Juan Bautista, Santo
Nacimiento, Junio 24
 
Juan Bautista, Santo

Nacimiento de Juan Bautista

Origen de la fiesta

La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.

Esta fiesta conmemora el nacimiento "terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.

El nacimiento de Juan Bautista

Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios.

Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue.

La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada, pensó en ir a ayudar a su prima Isabel.

El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel".
Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán.

La predicación de Juan Bautista

Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.
Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.

Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.

Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel.


¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista?

Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II.

Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía todos los días.

Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión.

Podemos atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía.

El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.

En el siguiente enlace encontrarás más información sobre el Nacimiento de Juan el Bautista

La natividad de San Juan Bautista por Jesús Martí Ballester 

SAN JUAN BAUTISTA UN GRAN HOMBRE

Autor: Archidiócesis de Madrid | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Juan Bautista un gran hombre
Juan bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Hoy te invita a que cambies tu.
 
Juan Bautista un gran hombre
La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.

Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!

Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.

Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.

Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar.

Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.

"Quien me reconocerá delante a los hombres, también yo lo reconoceré delante a mi Padre que está en los cielos".

La obra de la redención, el triunfo del Reino Amor sobre el de las tinieblas se realiza en medio de la pobreza y de la persecución. Así llevó a cabo su misión el mismo Cristo, así cumplió su misión también Juan el Bautista. A los ojos del mundo parece un derrotado: prisionero, aborrecido por los poderosos según el mundo, decapitado, sepultado.

Y sin embargo, es precisamente ahora, cuando la semilla que cae en tierra y muere, comienza a dar sus frutos. Esta derrota aparente es tan solo la antesala, el preludio de una victoria definitiva: la de la Resurrección. Entonces le veremos y ésa será nuestra gloria y nuestra corona.

Nuestra vida de cristianos, si es una auténtico seguimiento de Cristo, es una peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios". Sí, llegan los ataques, las calumnias, las persecuciones... pero ellos son sólo una señal de que vivimos el amor, animados por el Espíritu Santo.

Pero, si somos de Dios, si Dios nos ama y somos su pueblo... ¿Qué otra cosa importa? Él nos ama y nos quiere ver semejantes a su Hijo, como una hostia blanca dorándose bajo el sol. Sólo nos toca abandonarnos confiadamente entre sus manos, para que así pueda transformarnos en Cristo. 

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA - 24 DE JUNIO



Autor: Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net
Natividad de San Juan Bautista
El mártir que entregó su cabeza por la Verdad
 
El aire de Jerusalén, y el de toda Judea, estaba encendido de esperanza. Herodes envejecía en su palacio de Jericó. Las almas se agitaban inquietas, y en todas partes se esperaba el cumplimiento de las profecías. De repente, en el templo resuena la voz de un ángel. El sacerdote Zacarías, de la familia de Abías, vivía en Ain-Karem, cerca de Hebrón, en las montañas de Judea, con su esposa Isabel, los dos ya mayores, que han pasado la vida soñando un hijo. Pero Isabel era estéril y ya infértil. Zacarías, sacerdote, oficiaba en el templo. Cuando iba a quemar el incienso ante el altar, resplandeciente de oro y de lámparas ardientes, esperaba con el incienso en las manos, a que sonara la trompeta. Cuando sonó, vació el incienso de la caja de oro y le sorprendió una aparición misteriosa.

SOBRESALTO DE ZACARIAS

Los fieles expectantes le vieron con el rostro desencajado. Había oído al ángel: "No temas, Zacarías, que tu oración ha sido escuchada; tu mujer, Isabel, te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Será grande a los ojos del Señor, y se llenará de Espíritu Santo ya en el seno de su madre". Era una noticia demasiado grande y demasiado hermosa y venturosa: "¿Cómo conoceré esto?". El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, uno de los espíritus que asisten delante de Dios. Pues, mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto se cumpla” (Lc 1,13). Y Zacarías quedó mudo por su falta de fe: "por no haber creído estas palabras, que se cumplirán a su tiempo". El no creer no impide que se cumpla el mensaje, pero el que no cree, se queda sin el gozo de la promesa creída y esperada.

EN EL SENO DE SUS MADRES LOS NIÑOS SON PERSONAS

Dos Niños no nacidos, que ríen, cantan, santifican y son santificados en el seno de sus madres. El niño saltó de alegría y de gozo cuando sintió la presencia del Salvador en el seno de María. El júbilo del niño inspiró a Guido d`Arezzo a dar el nombre de las notas musicales según la primera sílaba de los siete versos de la primera estrofa del himno compuesto por él para la fiesta de San Juan: “Ut (cambiado por Do) queant laxis – Resonare fibris - Mira gestorum - Famuli tuorum - Solve polluti - Labii reatum, - Sancte Joannes”. “Para que tus maravillosas obras puedan ser cantadas – por los labios manchados – limpia sus manchas – San Juan”. ¡Horror!, que la alegría de Juan dando brincos en el seno de su madre ante la presencia de otro Niño seis meses más pequeño, se convierta en dolor, lágrimas y cánticos fúnebres en millones de niños muertos en el seno materno, hoy mismo!

NACIMIENTO DE JUAN

Isabel dio a luz a un niño, que fue circuncidado con el nombre de Juan, que significa "Yahvé se ha compadecido". Zacarías volvió a hablar, y “bendijo al Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo con una fuerza de salvación, como lo habían anunciado los profetas; por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto”. Los vecinos y parientes desbordaban de alegría, porque el Señor había manifestado su misericordia, y en las montañas de Judea, resonaba el interrogante: "¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él". Palabras que eran el eco del Salmo 138, “Pones tu mano sobre mí. Tú has formado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. ¡Te doy gracias por tamaño prodigio y me maravillo con tus maravillas!”. Y las de Isaías: “Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó en las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mí una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba”. Desvanecidos los rumores, ya no se volvió a hablar del sacerdote de Ain-Karem, ni de Isabel, ni del niño. Cuando se desató la persecución de Herodes contra los niños menores de dos años, el pequeño tenía un año y medio. Dice una tradición, que Isabel huyó a las montañas más escondidas donde vivió cuarenta días en una cueva, y Zacarías fue asesinado por no querer descubrir el sitio a los sicarios de Herodes.

LA VOCACION Y LOS MODOS DIFERENTES DE CUMPLIRLA

"El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba; vivió el desierto hasta que se presentó a Israel". Se preparó para cumplir su misión. Nosotros tantas veces comenzamos nuestra misión profética sin haber crecido… Un director espiritual de seminario mostraba su extrañeza por lo pronto que se desinflaban los nuevos sacerdotes recién ordenados. No advertía que se cosecha lo que se siembra. Ambiente competitivo de estudio, ansia de salir cuanto antes al mundo sin la preparación adecuada. Prisa por la exigencia de cubrir los puestos canónicos. En resumen, soldados sin instrucción, no digo teórica, sino de transformación personal. Escaso adiestramiento en las virtudes de humildad profunda, de caridad verdadera, de castidad luminosa y sin represión, de desprendimiento de la vanidad, y todo lo que se supone y que no se tiene, no presagian otra cosa que lo que ocurre que, por decirlo con brevedad, no es sino enviar a ejercer la cirugía a internos que nunca practicaron. Urge la preparación personal sin prisas si se busca el progreso del evangelio.

NO SE PUEDE EVANGELIZAR SIN ESTAR EVANGELIZADO

Ni sacerdotes ni laicos podemos salir a evangelizar con nuestro espíritu a medio cocer, y quiera Dios que a ello llegue nuestro estado y no nos encontremos en grados inferiores. Porque podemos hacer ruido pero no dar al Señor. Y encima, perder el mérito junto con el fruto. Ya recibieron su paga. Cataloga San Juan de la Cruz los defectos de los principiantes. Los novicios parecen santos... y no lo son… Los padres jóvenes, ni lo parecen ni lo son (dice un refrán citado por el teólogo Garrigou Lagrange). Y añade San Juan de la Cruz: Tienen soberbia oculta: El demonio les aumenta el deseo de hacer cosas porque sabe que no les sirven de nada, sino que se convierten en vicio. Tienen satisfacción de sus obras y de si mismos. Hablan cosas espirituales delante de otros. Las enseñan y no las aprenden. Cuando les enseñan algo se hacen los enterados. Condenan en su corazón cuando no ven a los otros devotos como ellos querrían y lo dicen como el fariseo, despreciando al publicano. Quisieran ser ellos solos tenidos por buenos. Y condenan y murmuran mirando la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el suyo. Cuando sus confesores y superiores no les aprueban el espíritu dicen que no son comprendidos. Buscan quien les apruebe porque desean alabanza y estima. Huyen como de la muerte de los que les deshace sus planes para ponerlos en camino más seguro, y les toman manía.

Por su presunción: hacen muchas promesas y cumplen pocas. Desean que los demás comprendan su espíritu y para esto hacen muestras de movimientos, gestos, suspiros y otras ceremonias. Se complacen en que se enteren de esto y tienen verdadera codicia de que se sepa. Llenos de envidias e inquietudes. Disimulan sus pecados en el confesionario. Tienen en poco sus faltas. Se entristecen por ellos, pensando que ya habían de ser santos. Se enfadan consigo mismos con impaciencia, con deseos de que Dios les quite sus pecados no por Dios, sino para estar tranquilos. Con lo que se harían más soberbios y presuntuosos. Son enemigos de alabar a los demás, y muy amigos de que los alaben a ellos, buscando óleo por defuera...

LOS QUE VAN EN PERFECCION

En cambio los que van en perfección. Tienen sus cosas en nada. No están satisfechos de sí mismos. Tienen a todos por mejores y los cobran santa emulación. Preocupados de amar a Dios no miran si los otros hacen o no hacen. Ven a todos mejores que ellos. Como se tienen en poco también quieren que los demás los tengan en poco y que los deshagan y desestimen sus cosas. Y si los alaban no lo ven merecido. Desean que se les enseñe. Prontos a caminar por otro camino si se le mandan. Se alegran de que alaben a los otros. No tienen ganas de decir sus cosas. En cambio tienen gana de decir sus faltas y pecados y no sus virtudes y así se inclinan mas a tratar su alma con quien en menos tiene sus cosas y su espíritu. Nosotros vemos y comprobamos la eficacia de un potente motor de coche, de un ordenador, o cualquier otro aparato mecánico, aunque no conozcamos su mecanismo; el poder de un discurso pronunciado por una inteligencia penetrante; la persuasión de una persona elocuente; la pintura de una figura creada por un artista total, Rafael, Boticelli, Giotto, El Greco, Velázquez, Zurbarán…; la maravilla permanente de Wagner, Beethoven…; pero carecemos de antena para detectar el misterio de la gracia y de la operación de Dios a través de un hombre santo. No lo distinguimos. Es misterioso, pero existe. Y de él depende la extensión mayor o menor del Reino de Dios. Extensión que no es algo abstracto sino muy concreto y apreciable en nuestra acción o en nuestro silencio: una palabra ungida que pega fortaleza; un párrafo leído que hace pensar y decidir; una actitud silenciosa que pacifica. El reino va creciendo así como la semilla enterrada, como el grano que se pudre en el surco y germina lentamente pero inevitablemente; como el rocío que vivifica y alegra el despertar de la mañana. ¡Qué hermosura de misión la que nos ha encargado Jesús y fecunda con su Espíritu Santo!

JUAN SE PREPARA Y EVANGELIZA 

Según las investigaciones modernas, Juan vivió con los esenios, una secta del desierto de Judá, que ya practicaban el bautismo con agua, por eso Juan lo administró como símbolo de la purificación del espíritu. Empezó a resonar la voz en el desierto, en el valle de Jericó junto al Jordán. Alto, maduro, quemado el cuerpo por el sol del desierto, abrasada el alma por el deseo del Reino, relampagueantes sus ojos penetrantes, flotando al aire sus cabellos hirsutos, cubriendo el rostro su espesa barba.

Gritaba palabras encendidas, llenas de esperanzas y de anatemas, de consuelos y de terrores. Su ademán avasallador impresionante, su austeridad evidente, y su mirada taladrante ejercían una fuerza magnética. Ante aquella voz, Israel se conmueve, renace una aurora de salvación, se aviva la fe en El Señor Salvador, y las gentes llegan a escuchar sus palabras. Y comienza a cumplir su misión de precursor. Anuncia el cumplimiento de las profecías y predice la próxima venida de Cristo. Es un formidable predicador. Los israelitas piadosos empiezan a ver en él esperanza, y los doctores del Templo discuten acerca de sus anuncios misteriosos. Aturdidos por aquella palabra de fuego, sus oyentes le preguntaban: "¿Qué debemos hacer para salvarnos?". "Que el que tiene dos túnicas dé una a quien anda desnudo, y que el que tiene pan lo reparta con el que tiene hambre” Lc 3,10. Bill Gates, con su 10 billones de fortuna, quedaría impresionado al lado de los niños hambrientos y moribundos, devorados por las moscas y por las cucarachas en el tercer mundo, y en los suburbios del cuarto. Y con él, todos los magnates del mundo, epulones despiadados, empeñados en catalogarse entre los más ricos del cementerio, que se adjudican la parte leonina de la tarta, aunque Lázaro se muera esperando las migajas de sus despilfarros.

PREDICA CON AUTORIDAD

Con los fariseos, llegan los publicanos, los soldados y las prostitutas: "No exijáis más de lo justo". "No sigáis las concupiscencias de la carne". "No calumniéis; contentaos con vuestra paga". Un día aparece entre la multitud un joven que llega de las montañas de Galilea. Juan le mira y se turba: es El. El Salvador presentido y anunciado, el Esposo que iluminaba su alma en el desierto; el beldador que lanza al viento el trigo y la paja, para congregar la mies escogida; el amigo deseado, en quien pensaba cuando decía al pueblo: "Yo os bautizo en agua, pero en medio de vosotros hay uno más poderoso que yo; El os bautizará en Espíritu Santo y fuego". Juan ha presentido su venida. Es pariente suyo, pero no le conoce; no le conoce, pero en el fondo de su ser ha oído una voz: “Aquél sobre cuya cabeza vieras descender al Espíritu Santo, es el Deseado de las naciones.” Y al ver ahora cómo se acerca en la cola de los pecadores a la orilla, se siente humillado, y sobrecogido de admiración le dice con ternura transfigurada, con el corazón estremecido de amor -: "Soy yo quien debe ser bautizado por ti". El Galileo insiste; inclina su cabeza, porque hay que cumplir toda justicia; el agua resbala sobre el cuerpo virginal de Cristo, la mano del Bautista toca su frente, se abre el cielo, baja el Espíritu y resuena la voz del Padre: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias". Al arrodillarse delante de Juan, Jesús le califica: "Entre los nacidos de mujer, no ha nacido otro más grande que Juan el Bautista".

NECESARIO PARA LA SOCIEDAD ACTUAL PAGANIZADA

Todo cristiano tiene obligación de dar testimonio de su fe y de difundirla por todo el mundo por exigencia del bautismo que nos incorpora a Cristo resucitado. Deber que comporta una alegría profunda por participar en el proyecto de Dios en la historia. La Iglesia lo ha recordado en el Decreto del Vaticano II “Apostolicam actuositatem”, en la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II “Christifideles laici”, en el documento de la Conferencia Episcopal Española “Los cristianos laicos. Iglesia en el mundo” y la Carta apostólica de Juan Pablo II “Novo millennio Ineunte.

La difusión del mensaje cristiano se enfrenta a la oposición de un ambiente indiferente y hostil. Aunque las raíces de la Modernidad son cristianas, la evolución de la cultura contemporánea se ha alejado de los principios cristianos. Hay en España un intento de “descristianización” de la sociedad, que se percibe en algunas actitudes del actual Gobierno hacia la Iglesia Católica y en una legislación que pretende oponerse a las creencias morales vigentes en nuestra sociedad y que arrollan principios jurídicos básicos de nuestra tradición legal, en materia de matrimonio, familia o respeto a la vida. Los católicos españoles se sienten agredidos por el Gobierno en sus convicciones más íntimas y profundas.

La presencia de la religión entre los jóvenes, es decreciente y alarmante. Buscan deliberadamente la exclusión del sentido religioso y de la presencia de Dios en la vida pública. Lo religioso debe quedar para la vida privada, y la manifestación de fe se considera facha, ignorancia, o dogmatismo. Hay que retroceder hasta la cultura paleocristiana en el ambiente pagano para encontrar una situación semejante en la historia europea. La verdad se caricaturiza y falsea. Se pretende imponer unos valores falsos. Y con el señuelo de la autenticidad, la autonomía personal y la libertad, se niega la objetividad de la verdad y del bien. Se impone el individualismo egoísta, el materialismo, el relativismo moral, el cientificismo y el utilitarismo. Se destruyen los fundamentos de la justicia, la libertad, la dignidad, la fraternidad y la solidaridad, y se lamento la pérdida de los valores cuyos pilares se quebrantan.

Sólo queda la satisfacción de las inclinaciones subjetivas y pasajeras. La idea de una moral personal, más allá de las convicciones mayoritarias o dominantes, o la de la existencia de deberes del hombre para consigo mismo, resulta casi ininteligible o es recibida con sonrisas desdeñosas. Es una cultura ajena al cristianismo y a toda forma de espiritualidad y aún de verdadera cultura superior. El hecho cristiano apenas ocupa lugar en la realidad política y cultural, tanto en la mayoría de los medios de comunicación, como en su influencia en la legislación y en las instituciones. Entre la fe cristiana y la cultura dominante hay un abismo. El reto para los cristianos consiste en la evangelización del ambiente social y en contribuir a propagar no sólo la moral sino una forma religiosa de vida. Pero hay que ser consciente de que no puede convertir a los demás quien no se ha convertido en su raíz personal, cumpliendo la esencia del ser cristiano que es aceptar la verdad, que es Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Cristo no anunció un mero mensaje moral ni menos un programa de reforma política y social, sino un mensaje de salvación, de Vida Eterna, por el cumplimiento del mandato del amor. La fe en Cristo y su mensaje de salvación entraña una nueva cultura y una nueva forma de vida.

Juan Pablo II describió las consecuencias culturales y sociales del rechazo de la Encarnación: “Cuando se excluye o se niega a Cristo se reduce nuestra visión del sentido de la existencia humana, la esperanza da paso a la desesperación y la alegría a la depresión... Se produce también una profunda desconfianza en la razón y en la capacidad humana de captar la verdad, e incluso se pone en tela de juicio el concepto mismo de verdad... Ya no se aprecia ni se ama la vida; por eso avanza una cierta cultura de la muerte con sus amargos frutos, el aborto y la eutanasia. No se valora ni se ama correctamente el cuerpo y la sexualidad humana; ni siquiera se valora la creación misma, y el fantasma del egoísmo destructor se percibe en el abuso y en la explotación del medio ambiente” (Juan Pablo II Mensaje al Capítulo General de la Orden de Predicadores. Julio 2001). El problema consiste en cómo comunicar la fe en Dios en un mundo que se aleja de Dios.

LA EJEMPLARIDAD

No hay otra forma de enseñar una forma de vida que por el ejemplo. La educación, y la evangelización es una forma de educación, no es posible sin la ejemplaridad. No puede extrañar que se produzcan erosiones en la difusión del mensaje evangélico como consecuencia de la falta de coherencia y ejemplaridad de quienes lo difunden y enseñan. Una cosa es la verdad de la fe y otra la coherencia de las personas. No es posible la evangelización sin la coherencia entre fe y vida de quienes la emprenden. Los cristianos tenemos una seria responsabilidad en este proceso de alejamiento de Dios.

JUAN BAUTISTA ES EL LAZO CON EL NUEVO TESTAMENTO

Juan Bautista, Profeta al estilo de los del Antiguo Testamento, lazo de unión entre el Antiguo y el Nuevo, con el espíritu de Elías y la palabra de fuego de Pablo. Con el mismo valor que el uno y el otro será mártir de su deber y pregonero del reino; y rodará su cabeza, y su cuerpo disminuirá, para que Aquél a quien ha bautizado, crezca al ser elevado en la cruz, y morirá sin haber visto el triunfo del reino que anuncia: "A El le toca crecer; a mí menguar".

Después de su primer encuentro con Jesús, le vio otra vez caminando por la orilla del Jordán. Su cuerpo se estremeció con un amor apasionado, sus ojos se llenaron de compasión y de ternura, y dijo a sus discípulos: "Este es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo". Discierne bien, él valeroso, pero apasionado, Jesús Cordero lleno de mansedumbre. Dos hermanas de la misma Congregación con caracteres opuestos siempre en conflicto. Acuden a la Superiora. Acusan: -La más áspera: Es que no se le puede decir nada. Parece de papel de seda. La Superiora, acertada: Y usted, papel de lija. Llegó una embajada del Sanedrín de Jerusalén. Se dice que es el Profeta anunciado por Moisés; se murmura que es Elías: Y le preguntan: "¿Eres Elías? - No. ¿Eres el Profeta? -No -¿Eres el Cristo? -No". Esa es la grandeza de su carácter. No es nada. Es la voz que clama en el desierto. La voz recibe la consistencia de la palabra. Sin Palabra, la voz no dice nada. Y, sin embargo, Jesús le llamará profeta, el mayor de los profetas, un nuevo Elías por su espíritu y por su virtud. A sus ojos, no es nada; indigno de desatar su sandalia.

LA VOZ DEL ESPOSO

Y explica el sentido de su misión, en la imagen del Esposo utilizada por los profetas Oseas, Jeremías, Isaías, y por el Cantar de los Cantares. Jesús será, lo que ha sido Yahvé para el pueblo escogido. Juan sólo es el amigo; pero la gloria de Aquel en quien ha puesto su amor, le hace plenamente feliz: "El amigo ve a su amigo y se goza al oír la voz del Esposo, y por esto mi alegría es perfecta". Es así como Juan, el asceta austero en vestidos y en comida, nos descubre el más tierno y dulce de los atributos de Cristo, el de Esposo. Pero, para recibir al Esposo, hay que vestirse con el traje de boda y por eso proclama la conversión. El prepara el camino del Señor y exige a los hombres que cambien el rumbo de sus vidas, que acepten el misterio de Dios que se acerca, que den frutos dignos de penitencia, pues el Esposo no puede desposarse con los hombres sin la metanoia. Ese es el carisma de Juan, y la necesidad de su mensaje, que la Iglesia ha conservado y perpetuado. Juan empezó asceta y terminó místico. Esto no se hace sin la gracia. La gracia que nos llega por el sacramento de la eucaristía, porque "cuantas veces se renueva sobre al altar el sacrificio de la cruz, en que nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolada, se efectúa la obra de nuestra redención" (LG 3). Juan Bautista, el "tejido en el seno materno por el Señor y Creador, y escogido portentosamente" Salmo 138; "el que saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el Salvador de los hombres", "el mártir que entregó su cabeza por la Verdad”.