martes, 2 de febrero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: 2 DE FEBRERO DEL 2016 - LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO


María presenta a Jesús en el Templo

Lucas 2, 22-40. Fiesta de la Presentación del Señor. Este día nos recuerda lo importante que es presentarnos, ofrecernos a Dios. 


Por: Arturo López | Fuente: Catholic.net 



Del Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvaciónque preparaste delante de todos los pueblos:luz para iluminar a las naciones paganasy gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él. 


Oración introductoria
Prepara, Señor, mi corazón para que con una disposición de apertura y docilidad te deje entrar hasta lo más íntimo de mi alma pues sé con certeza que quien se pone en tus manos está en camino de la verdadera felicidad.

Petición
Que me acepte, Señor, como soy para que, reconociendo tu mano en mi creación, pueda prepararme con entusiasmo cuando me presente ante ti al final de la batalla.

Meditación del Papa Francisco
El Evangelio viene a nuestro encuentro con una imagen muy bonita, conmovedora y alentadora. Es la imagen de Simeón y de Ana, de quienes nos habla el Evangelio de la infancia de Jesús, de san Lucas. Eran realmente ancianos, el “viejo” Simeón y la “profetisa” Ana que tenía 84 años. No escondía la edad esta mujer. El Evangelio dice que esperaban la venida de Dios cada día, con gran fidelidad, desde hacía muchos años. Querían verlo precisamente ese día, recoger los signos, intuir el inicio. Quizá estaban también un poco resignados, ya, a morir antes: esa larga espera continuaba sin embargo ocupando su vida, no tenían compromisos más importantes que este. Esperar al Señor y rezar. Y así, cuando María y José llegaron al templo para cumplir la disposición de la Ley, Simeón y Ana se movieron impulsados, animados por el Espíritu Santo. El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento. Reconocieron al Niño, y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea: dar gracias y dar testimonio por este Signo de Dios. Simeón improvisó un bellísimo himno de júbilo. Ha sido un poeta en ese momento. Y Ana se convierte en la primera predicadora de Jesús: “hablaba del niño a quienes esperaban la redención de Jerusalén”. (Audiencia de S.S. Francisco, 11 de marzo de 2015).
Reflexión
La presentación de Jesucristo toca el timbre de nuestra conciencia al recordarnos lo importante que es presentarnos, ofrecernos a Dios. Este presentarse adquiere diversos matices: primero, la donación que hacemos de nosotros mismos a Dios al escucharle, al dejar que cada día vaya plasmando su obra en nuestra vida. Cada alma en particular fue creada con un fin, con una misión concreta dentro del plan providente de Dios, y Dios quiere hablar y manifestarse en el mundo, pero necesita voluntarios. Significa además la entrega que hacemos a todos los que vamos encontrando en nuestro camino. ¡Cuánto puede ayudar una sonrisa! Basta un gesto, una actitud. Por último, dicha presentación asegura, firma un pacto, cuyo cumplimiento tendrá lugar en el momento de nuestro abrazo definitivo con Dios, cuando cansados de nuestro peregrinar por esta tierra, le podamos decir a Dios: ¡Valió la pena apostar por ti!

No son las grandes predicaciones, no son las grandes obras de apostolado ni los proyectos de gran envergadura los que suscitan la verdadera admiración de los hombres. El asombro viene cuando detrás de todo aquello está un hombre que vive de Dios, un hombre que aprendió a presentarse a Dios y a los demás. María Santísima es experta en llevar nuestras obras a buen puerto. Basta una decisión libre y un entusiasmo por lo que tenemos que hacer.

Propósito
En cinco minutos que saque de oración, pediré por aquellas personas que he conocido.

Diálogo con Cristo
Qué paz me da, Señor el ejemplo de tu Madre al ofrecerte a Dios, como el acto de cualquier mamá que ofrece a Dios el fruto de su amor a Dios en cada alumbramiento. Que el día cuando me presente a ti, pueda a mi vez presentarte otras muchas almas, ganadas para ti con horas de oración y sacrificio. Hazme comprender que cada acto de donación es una invitación a los hombres a creer en ti.


"El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio"(Madre Teresa de Calcuta)


Preguntas o comentarios al autor    Arturo López

lunes, 1 de febrero de 2016

SAN SEVERO DE RAVENA, OBISPO, 1 DE FEBRERO


Severo de Ravena, Santo
Severo de Ravena, Santo


Obispo, 1 de febrero 






Obispo

Martirologio Romano: En Ravena, en la región de Flaminia, san Severo, obispo (c. 345)
Breve Biografía

SAN SEVERO DE RAVENA, del latín, "austero" (siglo IV). Obispo. Se carece de datos precisos anteriores a su edad adulta, cuando ejerció el oficio de tejedor de lana. Estaba casado.

Tenía Fama de honesto y era piadoso en la fe de Cristo. Por su ejemplo de vida y según la legislación de la Iglesia en los primeros siglos del cristianismo (cuando los obispos eran varones laicos de notables cualidades), fue designado obispo de la diócesis de Ravena, Italia.

Por humildad, no quería aceptar el cargo; sin embargo, para obedecer la voluntad de Dios, lo hizo. Ejerció su misión con celo pastoral, se enfrentó con valor a las herejías de Arrio (280-336) -quien sostenía que Jesús era un alma excelsa, superior, pero carente de divinidad-, y participó en el concilio de Sárdica (Bulgaria), efectuado de 342 a 343.

Con fama de santidad murió en su sede episcopal hacia el año 389. Su veneración se pierde en la memoria de los tiempos.

LOS SANTOS DE HOY: LUNES 1 DE FEBRERO DEL 2016

Severo de Ravena, SantoSevero de Ravena, Santo
Obispo, 1 de febrero
Trifón de Frigia, SantoTrifón de Frigia, Santo
Mártir, 1 de febrero
Enrique Morse, SantoEnrique Morse, Santo
Presbítero y Mártir, 1 de febrero
Juana Francisca (Ana) Michelotti, BeataJuana Francisca (Ana) Michelotti, Beata
Fundadora, 1 de febrero
Luis Variara, BeatoLuis Variara, Beato
Presbítero Salesiano, 1 de febrero
Cecilio, SantoCecilio, Santo
Primer Obispo de Granada, 1 de febrero
Reginaldo de Orleans, BeatoReginaldo de Orleans, Beato
Presbítero Dominico, 1 de febrero
Andrés Segni, BeatoAndrés Segni, Beato
Presbítero, 1 de febrero
Viridiana SantaViridiana Santa
Virgen, 1 de febrero
Raimundo de Fitero, SantoRaimundo de Fitero, Santo
Abad y Fundador, 1 de febrero
Brígida de Kildare, SantaBrígida de Kildare, Santa
Patrona de Irlanda, 1 de febrero

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 1 DE FEBRERO DEL 2016


Cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo
Milagros



Marcos 5, 1-20. Tiempo Ordinario. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio 


Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Es que Él le había dicho: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Le contesta: Mi nombre es Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2000 - se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.

Oración introductoria
Padre Santo, ten misericordia de mí. Tú conoces mi miseria y sabes cuánto necesito de tu gracia para poder seguir tu mandato del amor. Concédeme que este momento de oración aumente mi fe, esperanza y caridad.

Petición
Señor, dame la gracia de la confianza para crecer en la esperanza.

Meditación del Papa Francisco
Y Jesús sanaba: dejaos curar por Jesús. Todos nosotros tenemos heridas, todos: heridas espirituales, pecados, enemistades, celos; tal vez no saludamos a alguien: «¡Ah! Me hizo esto, ya no lo saludo». Pero hay que curar esto. «¿Y cómo hago?». Reza y pide a Jesús que lo sane. Es triste cuando en una familia los hermanos no se hablan por una estupidez, porque el diablo toma una estupidez y hace todo un mundo. Después, las enemistades van adelante, muchas veces durante años, y esa familia se destruye. Los padres sufren porque los hijos no se hablan, o la mujer de un hijo no habla con el otro, y así los celos, las envidas… El diablo siembra esto. Y el único que expulsa los demonios es Jesús. El único que cura estas cosas es Jesús. Por eso, os digo a cada uno de vosotros: dejaos curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos, tres, cuatro, veinte. Cada uno sabe. Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y cómo abro el corazón? Rezando. «Pero, Señor, no puedo con esa gente, la odio, me ha hecho esto, esto y esto…». «Cura esta herida, Señor». Si le pedimos a Jesús esta gracia, Él nos la concederá. Déjate curar por Jesús. Deja que Jesús te cure.  (Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

Reflexión
¿Nuestra vida es un tormento por ver a Jesús, como la de este endemoniado? ¿Es un tormento que nos ciega al pecado y hace herir constantemente nuestra alma? ¿Ya nadie es capaz de soportarnos, ni siquiera nosotros mismos, sino sólo Cristo que nos visita?

Cristo se dirigió a la región de Gerasa explícitamente para salvar al endemoniado, aunque el endemoniado no lo sabía y una vez que lo supo no lo aceptó. El mismo poseído es quien se arroja a sus pies para pedirle que se aleje de él, para pedirle que no lo atormente. La presencia de Cristo nos perturba cuando nuestro pecado nos mantiene alejados de Él. Y podría ser que también nosotros nos arrojemos a sus pies para pedirle que se vaya, en lugar de pedirle nuestra curación. Parecería que es una visita casual, por pura coincidencia, lo que para Él es la salvación de nuestra alma. Pero ya lo dice Cristo "No son los sanos los que necesitan de curación, sino los enfermos".

Por otro lado, ¿cuántas veces optamos por el valor material de las cosas que tener a Cristo entre nosotros? Preferimos la cantidad de nuestras posesiones al bien y salvación de un alma. Porque, ¿qué son 2000 cerdos comparados con la gracia de ser curado por Cristo? Los habitantes de la región de Gerasa escuchaban atentos el milagro y se alegraban con el desposeído, pero sus corazones se cerraron al escuchar la pérdida de los cerdos por el precipicio. Creemos en Jesús pero hasta la multiplicación de los panes, no hasta la cruz. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio a "nuestros cerdos".

Propósito
Confiemos plenamente en Jesús. No importa si para ello necesita de nuestros bienes, pues ¿de qué nos sirve ganar todo el mundo si al final perdemos nuestra alma?

Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por buscarme constantemente y mostrarme tu infinita misericordia, a pesar de mi debilidad, de mi infidelidad. Aumenta mi caridad para que viva atento a las múltiples oportunidades que me das para colaborar con tu gracia y crecer en el amor. Que sepa tomar cada encuentro con los otros como una oportunidad para dar testimonio de Jesucristo.

domingo, 31 de enero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 31 DE ENERO 2016


Ningún profeta es bien recibido en su patria

Tiempo Ordinario



Lucas 4, 21-30. Tiempo Ordinario. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón. 



Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net 




Del santo Evangelio según san Lucas 4, 21-30
En aquel tiempo comenzó Jesús a decir en la sinagoga: - Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Oración introductoria
Espíritu Santo, acompaña e inspira esta oración para que me identifique con los sentimientos y con la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, reconociéndolo, glorificándolo y siguiendo fielmente la voluntad del Padre.

Petición
Jesús, dame la fe para saber reconocerte y seguirte con generosidad a donde quiera que vayas.

Meditación del Papa Francisco
Jesús recrimina a los habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio es escuchado con admiración, pero después explota la ira, la indignación. Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús, pero no a uno, dos o tres no le ha gustado lo que decía, y quizás algún murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos bien’. Y estalló la furia, también la violencia. Y le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron al borde del monte. Querían despeñarlo.
Recordemos en nuestra vida las muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
El evangelio de hoy me hace recordar una de tantas series de televisión que vi cuando era pequeño. La película se interrumpía en un momento de clímax: casi siempre cuando el héroe, después de varios "golpes" y peripecias exitosas, se llegaba a encontrar en un trance difícil, rodeado o apresado por sus enemigos, o en un peligro inminente. De esta suerte, se agudizaba el interés de los espectadores dejándolos por una semana en "suspense".

La narración del evangelio del domingo pasado se nos quedó interrumpida, partida por la mitad, para quedar completada con la escena que nos presenta hoy la liturgia. El texto de la otra semana, en efecto, concluía con estas palabras de Jesús: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Y hoy inicia con estas mismas palabras, como retomando la escena, para hacernos recordar dónde nos habíamos quedado.

"Todos en la sinagoga -nos dice Lucas- le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios". Todo iba tan bien cuando, de pronto, comienzan los problemas para Jesús. Pero lo curioso es que, leyendo el evangelio, parece que es Jesús el que "provoca" a sus paisanos y les dirige una diatriba, echándoles en cara su incredulidad: "Sin duda me recitaréis aquel refrán -les reprocha nuestro Señor-: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra los milagros que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm".

Un buen político o un hábil orador se hubiera ahorrado cuidadosamente de poner en contra suya a sus oyentes. Una de las técnicas en la oratoria es tratar de ganar siempre al inicio la "benevolencia" del auditorio. Y, sin embargo, nuestro Señor se enfrenta abiertamente con ellos. ¿Por qué? Seguramente porque Él no venía a halagar a nadie y no tenía reparo en desenmascarar actitudes ficticias y falsas, como lo hizo muchas otras veces con los fariseos o con los judíos que no creían en Él.

Pero no sólo. También aquí hay que tener en cuenta otro elemento importante que aparece más claro en la narración paralela que nos ofrecen Mateo y Marcos. Nos refieren que sus paisanos, al ver llegar a Jesús a Nazaret, comenzaron a murmurar de él y a criticarlo: "No es éste –comentaban con un tono despectivo- el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos no viven aquí con nosotros?"... Y añaden los evangelistas: "Y se escandalizaban de él".

El problema entonces no estaba en Jesús, sino en la incredulidad de sus oyentes. Y cuando una persona está cerrada en sus prejuicios y actitudes, tristemente, no hay nada que hacer, a menos que cambie de postura. Y éste fue el escenario con el que se encontró nuestro Señor. Por eso Jesús no hizo allí ningún milagro: porque les faltaba fe. Y enseguida comenzó a recordarles el ejemplo de la viuda de Sarepta y de Naamán el sirio. Esa gente había recibido favores especiales de parte de Dios, y no eran del pueblo judío. Pero tenían fe.

"Está claro -diría Pedro, después de Pentecostés, hablando a los judíos convertidos de la primitiva Iglesia- que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta a todo el que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea" (Hech 10, 35). Dios no hace distinciones por motivos de linaje, raza, cultura o religión. Los judíos se sentían superiores a los demás porque ellos eran el "pueblo elegido". Y a los nazaretanos les pasaba ahora algo semejante: los típicos celos y rivalidades de pueblo, las envidias, riñas y pleitos partidistas tan propios de las aldeas… y no sólo de las aldeas, pues también se dan entre ciudades y entre países vecinos. ¡Es un mal que todos llevamos metido en la médula de los huesos!

Pero éste no era un criterio válido para Jesús, por supuesto. Juan Bautista también había echado en cara este mismo defecto a los judíos que no querían convertirse porque se consideraban superiores y con derechos adquiridos: "Raza de víboras -les apostrofaba con energía- ¿quién os ha enseñado a huir de la ira de Dios? Haced dignos frutos de penitencia y no os jactéis diciéndoos: "Tenemos por padre a Abraham", porque yo os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham” (Mt 3, 8-9).

"A oír estas palabras de Jesús -continúa la narración- todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo con la intención de despeñarlo". ¡Hasta dónde es capaz de llegar la soberbia, el odio y la cerrazón del corazón del hombre! Aquel encuentro, que comenzó como un poema o un idilio, estuvo a punto de convertirse en una tragedia. Lo que inició en aprobación y admiración, termina en rechazo y en odio. Así sucede cuando no se tiene fe.

Propósitos
Bueno, y nosotros, ¿qué enseñanzas y aplicaciones podemos sacar de este pasaje para nuestras vidas? Muchas. Pero yo sólo voy a proponer aquí dos sugerencias:
Primera: la llamada a la conversión –es decir, a acercarnos más a Dios, a la vida de gracia y a los sacramentos—, basada en la fe y en una humildad profunda de alma. No seamos nosotros como esos judíos, incrédulos y duros de corazón, que no hacen caso a Dios porque se sienten superiores a los demás y con derechos adquiridos. "Yo no necesito confesarme" –dice mucha gente, más por pereza, superficialidad e indiferencia que por verdadera malicia-.

Y segunda: aceptar a los demás con sencillez y caridad, sin criticar ni murmurar del prójimo, pues nosotros no conocemos sus motivos ni sus intenciones. No juzguemos por el exterior, porque casi siempre nos equivocamos. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.

Diálogo con Cristo
Señor, este domingo, tu día, será especial para mi familia si me decido a vivirlo con plenitud, poniendo todo lo que esté de mi parte para hacer más agradable la vida a todos y propiciando un ambiente que los lleve a participar en la Eucaristía. Con tu gracia, sé que lo podré lograr.


LOS SANTOS DE HOY: DOMINGO 31 DE ENERO 2016

Marcela de Roma, SantaMarcela de Roma, Santa
Viuda, 31 de enero
Ludovica Albertoni, BeataLudovica Albertoni, Beata
Viuda, 31 de enero
Francisco Javier María Bianchi, SantoFrancisco Javier María Bianchi, Santo
Presbitero Barnabita, 31 de enero
Candelaria de San José, BeataCandelaria de San José, Beata
Fundadora, 31 de enero
Juan Bosco, SantoJuan Bosco, Santo
Presbítero y Fundador, 31 de enero

SAN JUAN BOSCO, 31 DE ENERO 2016


Hoy celebramos a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud
Por Abel Camasca

¡Feliz Fiesta de San Juan Bosco! ¡Viva Don Bosco!


 (ACI).- “Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”, dejó escrito a sus jóvenes el gran San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana y declarado “padre y maestro de la juventud” por San Juan Pablo II.

Don Bosco nació un 16 de agosto de 1815 en I Becchi, Castelnuovo D’ Asti (Italia). A sus dos años murió su padre y su mamá, la “Sierva de Dios” Margarita Occhiena, siendo analfabeta y pobre, se encargó de sacar adelante a sus hijos.

A los nueve años Juanito tuvo un sueño profético en el que vio una multitud de chiquillos que se peleaban y blasfemaban. Él trató de hacerlos callar con los puños, pero se apareció Jesús y le dijo que debía ganarse a los muchachos con la mansedumbre y la caridad. Asimismo, Cristo le mostró a la que sería su maestra: la Virgen María.

Luego, la Madre de Dios le indicó que mirara donde estaban los muchachos y Juan vio a muchos animales que después se transformaron en mansos corderos. Al final, la Virgen le dijo estas memorables palabras: “A su tiempo lo comprenderás todo”.



Poco a poco fue creciendo en Juan un gran interés por  los estudios, así como su deseo de ser sacerdote para aconsejar a los pequeños. No obstante, para lograrlo, muchas veces tuvo que abandonar su casa y trabajar en diferentes oficios que, en el futuro, él enseñaría a sus muchachos para que se  ganen un sustento.

Ingresó al seminario de Chieri y conoció a San José Cafasso, quien le mostró las prisiones y los barrios bajos donde había jóvenes necesitados. Recibió el orden sacerdotal en 1841 y buscando prevenir que los muchachos se pierdan en malos pasos, entonces inició el oratorio salesiano que desde  sus inicios reunió a cientos de jóvenes.


 Al principio esta obra no tenía lugar fijo hasta que logra establecerse en el barrio periférico de Valdocco. En una ocasión cayó gravemente enfermo, pero al recuperarse Don Bosco prometió dar hasta su último aliento por los jóvenes.

San Juan Bosco se entregó de lleno a consolidar y extender su obra. Brindó alojamiento a chicos abandonados, ofreció talleres de aprendizaje y, siendo un sacerdote pobre, construyó una iglesia en honor a San Francisco de Sales, el santo de la amabilidad.

En 1859 fundó a los Salesianos con un grupo de jóvenes y más adelante cofunda las Hijas de María Auxiliadora con Santa María Mazzarello. Luego también dio  inicio a los Salesianos Cooperadores. Además, sólo con donaciones, construyó la Basílica de María Auxiliadora de Turín y la Basílica del Sagrado Corazón en Roma.

San Juan Bosco partió a la Casa del Padre un 31 de enero de 1888, día que la Iglesia celebra su fiesta, y después de haber hecho vida aquella frase que le dijo a su alumno Santo Domingo Savio: “Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.

lunes, 25 de enero de 2016

LOS SANTOS DE HOY: LUNES 25 DE ENERO DEL 2016

Santoral 

La conversión de San Pablo
Fiesta litúrgica, 25 de enero...

LA CONVERSIÓN DE PABLO, 25 ENERO

La conversión de San Pablo
Fiesta litúrgica, 25 de enero


Por: Joseph A. Fitzmyer | Fuente: Libro: Teología de San Pablo 
Fuente: Catholic.net




Fiesta Litúrgica

Martirologio Romano: Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino, eligiéndole para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas dificultades a causa del nombre de Cristo.

No es segura la fecha en que Pablo se convirtió, pero está relacionada con elmartirio de Esteban, cuando los testigos depositaron sus vestiduras a los pies de Saulo (Hch 7, 58; cf. 22, 20) para que las guardara. Este martirio y la subsiguiente persecución de la Iglesia, encaja bien en el cambio de Prefectos Romanos que se produjo en el año 36. Esta fecha corresponde bien a los catorce años que median entre la conversión de Pablo y su visita a Jerusalén con ocasión del “concilio” (Gál 2, 1; año 49). Sin embargo, algunos comentaristas prefieren fechar la conversión el año 33 (cf. J. Finegan, Biblical Chronology, 321).
El mismo Pablo y Lucas en los Hechos de los Apóstoles describen la experiencia vivida en el camino de Damasco y el giro que significó en la vida del Apóstol. Fue unencuentro con el Señor (Kyrios) resucitado, que obligó a Pablo a adoptar un nuevo estilo de vida; fue la experiencia que convirtió al fariseo Pablo en el apóstol Pablo.
Pablo relata el acontecimiento en Gálatas 1, 13-17 desde su propio punto de vistaapologético y polémico. En Hechos (9, 3-19; 22, 6-16; 26, 12-18) hay otros tres relatos: todos subrayan el carácter arrollador e inesperado de esta experiencia, que tuvo lugar en medio de la persecución que Pablo dirigía contra los cristianos.
Si bien hay variantes en cuanto a los detalles en los tres relatos (si los acompañantes quedaron en pie sin poder hablar o si cayeron por tierra; si oyeron o no la voz; asimismo, el hecho de que Jesús hablara a Pablo “en idioma hebreo”, pero citando un proverbio griego…), el mensaje esencial transmitido a Pablo es el mismo.


Los tres relatos están de acuerdo en este punto: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”, “¿Quién eres tú, Señor?”, “Yo soy Jesús (de Nazaret), a quien tú persigues”. Las variantes pueden ser debidas a las diferentes fuentes de información utilizadas por Lucas.
Pablo mismo escribió, acerca de esta experiencia, que Dios tuvo a bien revelarle a su Hijo, para que predicara a los gentiles la buena noticia referente a Jesús (Gál 1, 15-16). Fue una experiencia que nunca olvidó, a la que asociaba frecuentemente su misión apostólica. “¿Acaso no soy apóstol? ¿Es que no he visto a Jesús, Nuestro Señor?” (1 Cor 9,1; cf. 15, 8).
Esta revelación de Jesús el Señor en el camino de Damasco habría de ser el factor decisivo que dominara en adelante toda su vida. Por amor a Cristo se hizo “todo para todos” (1 Cor 9, 22). En consecuencia se convirtió en “siervo de Cristo” (Gál 1, 10; Rom 1, 1; etc.), como los grandes siervos de Dios del AT (Moisés: 2 Re 18, 12; Josué: Jue 2, 8; David: Sal 78, 70), y puede que incluso como el mismo Siervo de Yahvé (Is 49, 1; cf. Gál 1, 15).
LA REVELACIÓN DE PABLO
La teología de Pablo se vio influida, sobre todo, por la experiencia que tuvo en el camino de Damasco y por la fe en Cristo resucitado, como Hijo de Dios, que creció a partir de esa experiencia.
Los actuales investigadores del NT son menos propensos que los de las generaciones pasadas a considerar aquella experiencia como una “conversión” explicable de acuerdo con los antecedentes judíos de Pablo o con Rom 7 (entendido como relato biográfico). El mismo Pablo habla de esta experiencia como de una revelación del Hijo que le ha concedido el Padre (Gál 1, 16). En ella “vio a Jesús, el Señor” (1 Cor 9, 1; cf. 1Cor 15, 8; 2 Cor 4, 6; 9, 5).
Aquella revelación del “Señor de la gloria” crucificado (1 Cor 2, 8) fue un acontecimiento que hizo de Pablo, el fariseo, no sólo apóstol, sino también el primer teólogo cristiano.
La única diferencia entre aquella experiencia, en que Jesús se le apareció (1 Cor 15, 8), y la experiencia que tuvieron los testigos oficiales de la Resurrección (Hch 1, 22) consistía en que la de Pablo fue una aparición ocurrida después de Pentecostés. Esta visión le situó en plano de igualdad con los Doce que habían visto al Kyrios.
Más tarde Pablo hablaba, refiriéndose a esta experiencia, del momento en que había sido “tomado” por Cristo Jesús (Flp 3, 12) y una especie de “necesidad” le impulsó a predicar el evangelio (1 Cor 9, 15-18). Él comparó esa experiencia con la creación de la luz por Dios: “Porque el Dios que dijo: “De la tiniebla, brille la luz”, es el que brilló en nuestros corazones para resplandor del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo” (2 Cor 4-6).
El impulso de la gracia de Dios le urgía a trabajar al servicio de Cristo; no podía “cocear” (dar coces) contra este aguijón (Hch 26, 14). Su respuesta fue la de una fe viva, con la que confesó, juntamente con la primitiva Iglesia, que “Jesús es el Señor”(1 Cor 12, 12; CF. Rom 10, 9; Flp 2, 11). Pero esta experiencia iluminó, en un acto creador, la mente de Pablo y le dio una extraordinaria penetración de lo que él llamó más tarde “el misterio de Cristo” (Ef 3, 4).
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