domingo, 30 de marzo de 2014

Los Santos de hoy lunes 31 de marzo de 2014

Los Santos de hoy lunes 31 de marzo de 2014
 Renovato (Renato), Santo
Obispo de Mérida, 31 de marzo
 Cristóbal Robinson, Beato
Presbítero y Mártir, 31 de marzo
 Benjamin, Santo
Diacono y Mártir, 31 de marzo
 Balbina de Roma, Santa
Virgen y Mártir, 31 de marzo
 Buenaventura (Tornielli) de Forli, Beato
Sacerdote Servita, 31 de marzo
 Natalia Tulasiewicz, Beata
Mártir, 31 de marzo
 Juana de Toulouse, Beata
Virgen, 31 de marzo
 Guido de Ponposa, Santo
Abad, 31 de marzo
 Otros Santos y Beatos
Completando el santoral de este día, 31 de marzo

SAN BENJAMIN, DIÁCONO Y MÁRTIR, 31 DE MARZO

Autor: . | Fuente: P. Felipe Santos / ACI Prensa
Benjamin, Santo
Diacono y Mártir, 31 de marzo
 
Benjamin, Santo

Diácono y Mártir

Martirologio Romano: En el lugar de Argol, en Persia, san Benjamín, diácono, que al predicar insistentemente la palabra de Dios, consumó su martirio con cañas agudas entre sus uñas, en tiempo del rey Vararane V (c. 420).

Etimológicamente: Benjamín = Aquel que es el último nacido o Hijo de dicha, es de origen hebreo.
El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendio el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas.

El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años.

Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año.

Benjamín era un joven de un gran celo apostólico en bien de los demás. Hablaba con fluida elocuencia.

Incluso había logrado muchas conversiones entre los sacerdotes de Zaratustra. Los meses que pasó en la cárcel le sirvieron para pensar, orar, meditar y escribir.

En estas circunstancias llegó a la ciudad un embajador del emperador bizantino y lo puso en libertad. Y le dijo el rey Yezdigerd: "Te digo que tú no has tenido culpa alguna en el incendio del templo y no tienes que lamentarte de nada".

¿No me harán nada los magos?, preguntó el rey al embajador. No, tranquilo. No convertirá a nadie, añadió el embajador.

Sin embargo, desde que lo pusieron en libertad, Benjamín comenzó con mayor brío e ímpetu su trabajo apostólico y convirtió a muchos magos haciéndoles ver que algún día brillará en sus ojos y en su alma la luz verdadera.

De no ser así –decía – yo mismo sufriré el castigo que el Señor reserva a los seguidores que no sacan a relucir los talentos que él les ha dado.

Esta vez no quiso intervenir el embajador. Pero poco después, el rey lo encarceló de nuevo y mandó que le dieran castigos hasta la muerte,siendo luego decapitado

Murió alrededor del año 420.

¡Felicidades a quienes lleven este nombre! 

PENSAMIENTO DEL PAPA FRANCISCO


Los Santos de hoy domingo 30 de marzo de 2014

Los Santos de hoy domingo 30 de marzo de 2014
 Pedro Regalado, Santo
Presbítero. 30 de marzo
 Juan Clímaco, Santo
Abad, 30 de marzo
 Amadeo IX de Saboya, Beato
Laico, 30 de marzo
 Zósimo de Siracusa, Santo
Obispo, 30 de marzo
 María Restituta Kafka, Beata
Virgen y mártir, 30 de marzo
 Leonardo Murialdo, Santo
Presbítero y Fundador, 30 de marzo
 Ludovico de Casoria, Beato
Presbítero y Fundador, 30 de marzo
 Julio Álvarez Mendoza, Santo
Presbítero y Mártir, 30 de marzo
 Otros Santos y Beatos
Completando el santoral de este día, 30 de marzo
 Osburga, Santa
Abadesa, 30 de marzo
 Régulo de Senlis, Santo
Obispo, 30 de marzo
 Segundo de Asti, Santo
Mártir, 30 de marzo

BEATO LUDOVICO DE CASORIA, PRESBÍTERO Y FUNDADOR, 30 DE MARZO

Autor: . | Fuente: Franciscanos.org
Ludovico de Casoria, Beato
Presbítero y Fundador, 30 de marzo
 
Ludovico de Casoria, Beato

Presbítero y Fundador de
la Congregación de los Hermanos de la Caridad
y la Congregación de Religiosas Franciscanas de Santa Isabel

Martirologio Romano: En Nápoles, beato Ludovico (Arcángel) Palmentieri de Casoria, Presbítero de la Orden de los Frailes Menores, que, empujado por amor y caridad hacia los pobres en Cristo, fundó las Congregaciones de los Hermanos de la Caridad y las Monjas Franciscanas de Santa Isabel. (1885)

Etimológicamente: Ludovico = nombre de origen germánico equivalente a Luis, su significado es: Aquel guerrero que es popular

Fecha de beatificación: 18 de abril de 1993 por el Papa Juan Pablo II.
Ludovico de Casoria, sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores, fundador de la Congregación de los hermanos de la Caridad, llamados “Bigi”, y de la Congregación de las religiosas Franciscanas de Santa Isabel, llamadas “Bigie”, empeñó su vida en obras de caridad, asistencia y promoción en favor de los enfermos y los pobres, así como en proyectos misioneros. Nació en 1814 y murió en Nápoles el año 1885.

Ludovico (en el siglo, Arcángelo Palmentieri) nació en Casoria (Nápoles) el 11 de marzo de 1814 y fue bautizado al día siguiente. Atraído por los Frailes Menores del vecino convento de San Antonio en Afragola (Nápoles), entró en el convento de San Juan del Palco en Taurano (Avellino) el 17 de junio de 1832. Recibió la ordenación sacerdotal el 4 de junio de 1837.

En 1847, mientras oraba, el Señor le indicó el nuevo camino que debía recorrer, al servicio de los pobres y los enfermos. A ellos, convertido en hombre nuevo, dedicó sus primeros cuidados: en su celda del convento de San Pedro en Aram, Nápoles, montó una farmacia para los frailes enfermos.

Más tarde adquirió una quinta, llamada La Palma, donde creó una enfermería para los frailes. Allí quiso que estuviera también la sede de la Obra de los «Moretti», que, en sus planes de evangelización misional, debía servir para educar a los jóvenes africanos y hacerlos apóstoles de África (África convertirá al África). Con la misma finalidad misionera, dio vida después a la Obra de las «Morette», que encomendó a las Hermanas Estigmatinas de la sierva de Dios Anna Fiorelli Lapini.

Creó diversas obras asistenciales: asilos para ancianos, convictorios, escuelas, colonias agrícolas, hospicios, montes de piedad, tipografías...

En su inmenso deseo de hacer el bien, promovió también la cultura, que consideraba como la vía para la fe y medio de promoción humana, poniendo en marcha modernas iniciativas culturales, como un observatorio meteorológico, cinco revistas, la traducción al italiano de las Obras de san Buenaventura, una edición de bolsillo de la Biblia, etc.

Circundado de gran fama de santidad, el padre Ludovico concluyó su misión terrena en Nápoles, en el Hospicio Marino (último creada por él, en pro de los marineros ancianos), el 30 de marzo de 1885, Lunes Santo. Allí reposan sus restos mortales desde 1887, bajo la custodia de sus hijas espirituales, las Hermanas Elisabetinas Grises (“Elisabettine Bigie”), que había fundado en 1862.

El 12 de agosto de 1885, pasados apenas 135 días de su tránsito, se abría en Nápoles el proceso canónico para su beatificación. Sus virtudes heroicas fueron solemnemente reconocidas por el Papa Pablo VI el 13 de febrero de 1964. El milagro para su beatificación, obrado en Salerno en favor de sor Luisa Capecelatro, Hija de la Caridad, fue aprobado el 11 de julio de 1992 por Juan Pablo II, quien lo beatificó en la fecha ya indicada. 

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 30 DE MARZO DEL 2014

Autor: P Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Los ciegos voluntarios
Juan 9, 1-41. 4o. Domingo de Cuaresma. ¡Sí que son necios e insensatos los hombres cuando no aceptan a Dios y pretenden tapar el sol con un dedo!
 
Los ciegos voluntarios
Del santo Evangelio según san Juan 9, 1-41

Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.» Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo. Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ´Vete a Siloé y lávate.´ Yo fui, me lavé y vi.» Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.» Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.» Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.» No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.» Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.» Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.» Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?» El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.» El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera. Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.» El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.» Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?» Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos", vuestro pecado permanece.»

Oración introductoria

Señor, quiero que seas la luz de mi mundo y de este momento de oración. Tú eres infinitamente bueno y no sólo me amas, sino que también eres mi amigo, aunque soy un pecador, un ciego que equivoca su camino no pocas veces.

Petición

Señor, acrecienta mi fe en tu poder y misericordia.

Meditación del Papa Francisco

También hay cristianos sin Cristo que buscan cosas un poco raras, un poco especiales, que van detrás de las revelaciones privadas. Solamente es válido lo que te lleva a Jesús, y solamente es válido lo que viene de Jesús. Jesús es el centro, el Señor, como Él mismo dice.
Además, el signo de ser un cristiano con Jesús es el del ciego de nacimiento que se postra delante de Jesús para adorarlo. Si tú no consigues adorar a Jesús, algo te falta. Una regla, un signo. La regla es; soy un buen cristiano, estoy sobre el camino del buen cristiano si hago lo que viene de Jesús y hago lo que me lleva a Jesús, porque Él es el centro. El signo es: soy capaz de adorar, la adoración. Esta oración de adoración delante de Jesús.
Que el Señor nos haga entender que solamente Él es el Señor, es el único Señor. Y nos dé también la gracia de amarlo mucho, de seguirlo, de ir sobre el camino que Él nos ha enseñado. (Cf. S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2013, homilía en la capilla de Santa Marta). 

Reflexión

Además de la luz, del Cordero, del agua, encontramos en el evangelio de san Juan otras realidades fuertemente cargadas de un profundo simbolismo espiritual y teológico.

Y éstas son los binomios: vida-muerte y vista-ceguera, entre otros. Del primero nos habla el evangelio de la próxima semana, en el pasaje de la resurrección de Lázaro. Y del segundo, en este domingo.

Para Juan, el verbo "ver" –en griego, blépein, idéin, theoréin— está lleno de significado. Por supuesto que se refiere a la vista física, pero muchas veces la sobrepasa para situarse en un nivel espiritual. Y así, es bastante normal que salte con facilidad de la visión natural al plano sobrenatural. Más aún, el significado más genuino del verbo joánico "ver" es el de la fe. Ya desde el prólogo de su evangelio habla de la luz y las tinieblas, e insiste constantemente en la contraposición de la fe de los discípulos y la incredulidad de los "judíos".

Además, el tema de la fe es un verdadero "leitmotiv" a lo largo de todo el cuarto evangelio y se repite casi hasta la saciedad. Jesús mismo llega a afirmar que el motivo más decisivo y fundamental de la Encarnación fue la salvación de la humanidad a través de la fe en Él: "Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su unigénito Hijo para que todo el crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3, 16). Y unas líneas más adelante dirá que "el que cree en Él no es juzgado; pero el que no crea, ya está juzgado, por no haber creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Jn 3, 18-19).

Antes de poner punto final al evangelio, en el epílogo, confiesa san Juan que “todas estas cosas fueron escritas en este libro para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 31).

El pasaje de la curación del ciego de nacimiento se coloca, precisamente, en esta misma perspectiva. Y dentro del proceso de conversión a la que nos invita Dios nuestro Señor en este tiempo de gracia, que es la Cuaresma.

La narración del milagro es emocionante. Un ciego de nacimiento, que es capaz de llegar a ver por la acción curativa de Jesús. Y los fariseos, en cambio, que dicen que ven, pero que en realidad están bien ciegos. Ven, sí, con los ojos del cuerpo, pero son unos pobres ciegos en el mundo de la fe.

En todo el pasaje –sobre todo a través de los diálogos— impresiona la tenacidad y la firmeza de las actitudes en los diversos personajes. El ciego, por un lado, insiste en su fe sencilla y en su testimonio de Cristo. Él no es un erudito ni un letrado –como los fariseos— pero se ampara, con un realismo aplastante, en la contundencia de los hechos: "yo no sé si Jesús es un pecador o no; lo que sé es que yo antes era ciego, y ahora veo" (Jn 9, 25). ¡Qué lógica tan simple y tan tumbativa!

Los fariseos, en cambio, sabios y orgullosos, tercos y fríos calculadores, perseveran inconmovibles en su tosudez e incredulidad, a pesar de todas las evidencias del milagro y de los repetidos testimonios del ciego. ¡La de los fariseos sí que es ceguera! Y lo más triste y trágico del asunto es que están ciegos porque ellos quieren estarlo, por su propia voluntad, por su dureza de corazón, por su empedernimiento interior y su incredulidad. Así han decidido ellos desde el inicio y no quieren aceptar su "derrota". Sería para ellos una vergüenza y una grandísima humillación. Por eso no creen en Jesús, ni siquiera ante la elocuencia muda y palmaria de los hechos.

Más aún, buscan razones para negar el milagro y estúpidamente acusan a Jesús de ser un pecador y de que no viene de Dios porque no respeta el sábado. ¡Sí que son necios e insensatos los hombres cuando no aceptan a Dios y pretenden tapar el sol con un dedo de la mano!

El ciego, cuando ve que los constantes interrogatorios de los fariseos no proceden de buena fe, sino que nacen de su orgullo y de su impertinencia, con gran sencillez refuta sus argumentos y les echa en cara lo ridículo y necio de su postura: "Eso sí es de maravillar –les dice el ciego-: que vosotros no sepáis de dónde viene Jesús, habiéndome abierto a mí los ojos. Sabido es que Dios no oye a los pecadores; pero si uno es piadoso y hace su voluntad, a ése le escucha. Jamás se oyó decir que nadie haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no fuera de Dios, no podría hacer nada" (Jn 9, 30-33).

Los fariseos, ni siquiera entonces cambian de postura, sino que se endurecen más y más. Y, no satisfechos con no aceptar a Jesús, expulsan de la sinagoga –o sea, excomulgan— al que antes había sido ciego por haber creído y haber dado testimonio del Señor.

Ése es, precisamente, el verdadero problema, su pecado mayor: la soberbia y la altanería. No son humildes y por eso no creen ni aceptan a Jesús. Es un pecado de empedernimiento y de ceguera voluntaria. A esto llamaría luego nuestro Señor “pecado contra el Espíritu Santo”, o sea, de resistencia consciente a la gracia de Dios. ¡Qué tremendo!

Ojalá que nunca nos pase a nosotros eso que les aconteció a los fariseos. Pidamos a nuestro Señor la gracia de ser profundamente humildes y sencillos de corazón, como este ciego de nacimiento, para creer en Él con una viva, para confesar y proclamar públicamente a Jesús, incluso a costa de burlas y de persecuciones que suframos en su nombre.

Pero esta fe, para que sea auténtica, debe ser operante y práctica; o sea, ha de envolver toda nuestra persona y nuestro ser entero. No se trata de algo meramente intelectual o de una aceptación racional de las verdades del dogma católico. Es, más bien, confianza absoluta en Dios nuestro Señor, en su poder y en su misericordia; abandono total al Plan de Dios, como un niño pequeño en brazos de su padre; y absoluta disponibilidad a su santísima Voluntad sobre nosotros, como María y como los santos. Que el Señor nos conceda esta gracia en esta Cuaresma.



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  • P. Sergio Cordova LC 

    JESÚS ES EL CAMINO


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