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domingo, 1 de abril de 2018

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO DE RESURRECCIÓN, 1 ABRIL 2018


Lecturas de hoy Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Hoy, domingo, 1 de abril de 2018




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

EN aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: 
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.

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Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

HERMANOS:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

Palabra de Dios

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Secuencia
Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo.

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia 
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):


EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: 
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. 

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy domingo, 1 de abril de 2018
Fernando Torres cmf


¡Aleluya!

      La celebración de la Semana Santa nos ha dejado a todos de alguna manera agotados. El recuerdo de las últimas horas de la vida de Jesús nos ha hecho revivir en nuestro interior la injusticia de un mundo que es capaz de matar al autor de la vida, de rechazar al que trae la salvación. No ha sido sólo el recuerdo de unos hechos que sucedieron en un país lejano y hace muchos años. Somos conscientes de la actualidad de ese relato. Hoy sigue repitiéndose cada día la muerte del inocente. En muchos lugares. Lejos de nosotros y también cerca. Por eso, recordar la muerte de Jesús no nos deja indiferentes. Nos toca en lo más hondo de nosotros mismos. Nos sentimos a la vez víctimas y verdugos. Participamos con el pueblo de Jerusalén gritando: “¡Crucifícale!” pero también lloramos con las mujeres porque sentíamos que con su muerte se nos iba la esperanza, lo mejor que teníamos. 

      Pero la Semana Santa no termina en el Viernes Santo. Ni siquiera en el silencio apesadumbrado y orante del Sábado Santo. La Vigilia Pascual y el Domingo de Pascua nos traen una buena nueva que nos hace contemplar lo sucedido con otra perspectiva. No es fácil de entender. Tampoco lo fue para los discípulos en aquel momento. El Evangelio de hoy lo relata muy bien. Lo primero que experimentaron los apóstoles fue una cierta confusión. Son las palabras de María Magdalena a Pedro y al otro discípulo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.” Algo ha sucedido. Algo tan extraño y sorprendente que no saben ponerle nombre. Prefieren pensar, al principio, en la hipótesis más sencilla: han robado el cuerpo de Jesús. Es necesario acercarse al lugar de los hechos, guardar silencio, dejar que la sorpresa llegue al corazón. Es necesario ver el vacío dejado por su cuerpo en el sepulcro. Sólo entonces la fe ilumina la situación. “Vio y creyó.” Los discípulos no entendieron a la primera lo que había sucedido. Necesitaron tiempo para darse cuenta de que Jesús había resucitado, de que el Padre, el Abbá de quien tantas veces había hablado, en quien había puesto toda su confianza, no le había defraudado. 

      Si los hombres habían matado a su mensajero, Dios no se resignaba a perder la partida. Dios se manifestó entonces como lo que es: el Señor de la Vida, el que es más fuerte que la muerte. Dios resucitó a Jesús y así certificó que era ciertamente su hijo, que sus palabras no eran vanas, que su buena nueva era de verdad una promesa de salvación para la humanidad, que la muerte no es el final del camino. Hoy se nos invita a todos a “ver y creer”, a contemplar el sepulcro vacío y el triunfo de Dios sobre la muerte. Hoy se nos abre una gran esperanza: vale la pena luchar por un mundo diferente porque Dios, el Dios de Jesús, está con nosotros. 


Para la reflexión

      ¿Qué significa para mí la resurrección de Jesús? ¿Qué pienso de mi propia muerte? Si creo de verdad que Dios está en favor de la vida, ¿cómo defiendo y promuevo la vida? ¿Cómo celebro hoy la resurrección?

DOMINGO DE RESURRECCIÓN, 1 ABRIL


Domingo de Resurrección
Solemnidad, 1 de abril de 2018


Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com 




Martirologio Romano: En este día, que el Señor ha realizado, solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua: Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne.

Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, 
(31-3-2013), por José-Román Flecha.

"La Gloria de la Pascua" es el título homilético de José Román Flecha para Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

"¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?" Esa es la pregunta que la comunidad de los cristianos dirige en este día de Pascua a María Magdalena. Nosotros somos los que creen si haber visto. Por eso nos atrevemos a preguntar a los testigos de la primera hora qué es lo que han visto. En la mañana del aquel primer día de la semana. En la mañana de nuestra fe.

"¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!". En ese grito gozoso de María Magdalena se concentra la fuerza de los versos de la secuencia que se proclama en la liturgia de hoy. El amor es más fuerte que la muerte y la esperanza verdadera no sucumbe cuando se agotan las ilusiones inmediatas. El Resucitado es la fuente de la vida. Y el sentido para la vida.

El himno pone todavía en boca de Magdalena una invitación que se dirige a todos los discípulos del Maestro: "Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua". El ministerio de Jesús comenzó en Galilea. Y allí fue llamando a sus discípulos. Dispersados por el miedo, han de volver a los orígenes. Y recobrar el aliento de la llamada.



VER Y CREER

El amanecer del primer día de la semana es evocado también en el evangelio que hoy se proclama (Jn 20, 1-9). En la experiencia del amor, siempre se recuerdan con gozo los momentos iniciales del encuentro. En la experiencia de la fe pascual, los cristianos volvemos con gratitud a aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de Jesús.

El texto subraya la importancia de "ver". Al llegar al sepulcro de Jesús, María Magdalena se espantó. Vio la losa del sepulcro del Señor. Pero en el primer momento no pudo ver al Señor que habían depositado en el sepulcro. De pronto sintió que le faltaba la referencia última al Señor al que había seguido por los caminos. El creer y el ver se unían en su recuerdo.

A falta del punto de apoyo que había encontrado en el Maestro de los discípulos, fue a buscarlo en los discípulos del Maestro. Si ella corrió a llamarlos, corriendo fueron ellos al sepulcro. Al llegar al sepulcro vacío, Pedro "vió" las vendas y el sudario con que había envuelto el cuerpo y la cabeza de Jesús, pero no se dice que creyera.

El discípulo amado entró también al sepulcro. Vio lo mismo que Pedro y comenzó a creer. Pedro no había hecho todavía su profesión de amor a su Maestro. Magdalena y el otro discípulo son recordado por su amor. Así pues, para creer en la resurrección no basta ver con los ojos. Es preciso que el amor nos acerque al misterio del Señor.


LA MUERTE EN TI NO MANDA

El relato evangélico termina con una observación importante: "Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos".

• Jesús había explicado a sus seguidores que tenía que ser condenado y que le darían muerte. Pero los discípulos guardaban en el corazón sus propias expectativas. Sus intereses personales no les permitían descubrir el misterio de su Maestro. Para que la fe surja en nuestra vida no basta con escuchar la palabra del Señor.

• Jesús había preguntado con frecuencia a sus discípulos si entendían su mensaje. Ellos solían responder afirmativamente. Pero el relato pascual nos revela que no es lo mismo entender las palabras del Maestro que aceptar su entrega. El proceso de la fe pasa por hacer nuestra la vida y la suerte del Señor.

• Jesús había anunciado una y otra vez que, a los tres días de su muerte, había de resucitar de entre los muertos. Pero los suyos se preguntaban qué significaba eso de resucitar. Ni antes ni después estaban preparados para ellos. La culminación de la fe no se logra por las razones humanas. Es siempre un don de Dios y una sorpresa.

- Señor Jesús, "primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa". Amén. ¡Aleluya!